
La instalación Amantes perfectos (Perfect Lovers) de Félix González-Torres consiste en dos relojes de cocina sincronizados y colgados uno junto al otro. Imperceptiblemente van perdiendo el ritmo simétrico y sus segunderos comienzan a desincronizarse a causa de la pérdida de energía del mecanismo y el desajuste de la máquina. Esta mínima variación convierte un objeto cotidiano en una metáfora de la vida, la muerte y el paso del tiempo. La obra funciona a la vez como poesía visual y como homenaje al compañero sentimental del artista, fallecido a causa del sida, transformando un gesto doméstico en reflexión sobre el amor, la pérdida y la fragilidad de lo compartido.