
Marina Abramovic & Ulay se sitúan desnudos, uno frente al otro, en un marco de puerta estrechísimo por el que el público tenía que pasar obligatoriamente al museo. Un gesto poético en el que los artistas se convertirían literalmente en la puerta del museo. Para avanzar, la gente debía rozar sus cuerpos y decidir, casi sin pensarlo, de qué lado hacerlo. Suponía una mezcla de incomodidad, curiosidad y vulnerabilidad, tanto para los artistas como para quienes se enfrentaban a ese “pasillo humano”.
El propósito de la performance no era solo la acción de los propios artistas, sino la reacción de los visitantes, quienes, sin saberlo, se convirtieron en los protagonistas de la misma. Al capturar la reacción con cámaras ocultas en el museo, los visitantes no se dieron cuenta de que estaban siendo filmados. ¿La gente se atrevería a pasar entre ellos dos? ¿Cruzarían el umbral de aquella puerta viviente? ¿Rozarían sus cuerpos al intentar abrirse paso? ¿Y contra quién elegiría el público restregarse?
No había nada explícito, ni palabras, ni instrucciones, ni un mensaje evidente. Pero ahí, en ese momento incómodo, aparecían un montón de sentimientos humanos que normalmente tratamos de evitar: pudor, poder, deseo, vergüenza o decisiones espontáneas que se nos escapan. La palabra «imponderabilia» se refiere a circunstancias o hechos imprevisibles cuyas consecuencias no se pueden medir o calcular, y que no pueden ser pesados o valorados fácilmente.
Su propuesta terminaría convirtiéndose en un experimento de género, con resultados muy evidentes: todos los hombres se encaminaron hacia Marina, mientras que las mujeres se repartieron, algunas encaradas a ella y otras a Ulay. Mientras las mujeres dudaban, avanzaban con cautela o titubeaban, los hombres se aproximaban con rapidez y determinación hacia el cuerpo de la mujer. Podría leerse como una búsqueda inconsciente de placer, como una demostración de dominio, o quizá como la manifestación más íntima y primitiva del miedo del hombre a exponer su vulnerabilidad frente a otro hombre.