“Sólo somos verdaderamente monógamos cuando la monogamia deja de ser el problema; es decir, cuando estamos enamorados. Estar enamorado resuelve el problema de la monogamia haciéndolo irrelevante; mejor dicho: resuelve el problema de mi monogamia. Cuando estoy enamorado, sólo la otra persona puede ser infiel. Incluso cuando cometo un acto de infidelidad -cosa que, curiosamente, ahora soy más libre de hacer-, será inocente, inofensivo, intrascendente. Al final, heme aquí convertido en el monógamo absoluto. El anterior vagabundeo de mi deseo se ha vuelto impensable”.